martes, 1 de abril de 2014

ROMANCE

TU REFLEJO


El silencio inundaba la casa que alguna vez decidieron comprarse para vivir eternamente juntos. Todas las situaciones por las que pasaron se resumen a este momento de soledad. Él se sentía vació. Ella estaba ausente.

Era una mañana lluviosa del 3 de marzo de 1995, los alumnos se disponían a entrar al salón de clases luego de la tan aclamada formación que, de la cabeza a los pies, dejo a todos empapados. Molestando y divirtiéndose en el salón de 2 “B” estaba Alonso, aquel niño corpulento de color canela pasión quién, además, era risueño, aventurero y divertido acompañado de sus amigos que tanto había extrañado en vacaciones. En la tercera hora de clases alguien cautivo su atención. Una niña nuevo había llegado a la clase, se llamaba Lucía, era blanca como la nieve y tenía una risa tímida que cautivo la atención de Alonso. Los días pasaron y Alonso no se atrevía a hablarle, no habían intercambiado miradas, no compartían grupo de trabajo, nada los unía. Sin embargo, Alonso, muy creyente del destino, dejo que este la pusiera en su camino. Al día siguiente, cambiaron de asientos a todos los chicos y chicas del salón de 2 B y como Alonso había tentado al destino, el destino le respondió poniendo a Lucía en una carpeta atrás de la suya. Contento Alonso sintió  que eso era una señal y le hablo.

-¿Cómo te llamas? – Preguntó Alonso
- Lucía ¿Y tú? – respondió ella
- Alonso, y soy el más inteligente del aula.

Lucía respondió con una carcajada y desde ese día ambos quedaron enamorados el uno con el otro.
Paso el tiempo y ambos ya estaban en 5 de Secundaria, habían comenzado una relación apenas un año atrás y compartían mucho en común. Alonso se había dado cuenta que Lucía no era tan tímida como parecía, en realidad, el la definía como lokza. Sí, con K y con Z. Además de ambos compartir el amor por la fotografía, el gusto por las aventuras y sus locas ganas de conocer lugares extraños. Terminando el colegio ambos decidieron que no iban a estudiar, iban a viajar por todo el Perú conociendo lugares que no habían tenido la oportunidad de conocer.  Con cámara en mano, Alonso retrato paisajes muy bonitos por sus aventuras en el Perú, desde la blanca ciudad de Arequipa hasta el caluroso Iquitos, no había rincón del país que él no hubiera retratatado. Ambos cumplieron su sueño de conocer todo su país. Pasaron muchos años hasta que ambos decidieron  regresar a su ciudad natal, Chiclayo, y comprarse una casa.

-Para vivir eternamente juntos – dijo Lucía
- Eternamente juntos – replico Alonso

No paso mucho tiempo hasta que a Lucía le diagnosticaron leucemia. Ella quedó devastada, no parecía la misma lokza de antes. Alonso siguió a su lado tratando de darle ánimos pero nada de eso era suficiente. El 15 de Julio del 2012, a la edad de 30 años su querida lokza falleció.

Para la mañana del 18 de Julio ya habían pasado todas las formalidades del entierro y Alonso decidió acudir a su tan amada cámara fotográfica para retratar los últimos espacios en donde había estado Lucía y, asi, animarse un poco más. Al descargar las fotos en la computadora se dio cuenta que en todas aparecía Lucía; sin embargo, ella ya estaba enterrada. Alonso en lugar de asustarse se alegró al ver que en una de las fotos ella sostenía un cartel que decía: Te lo dije, eternamente juntos.


Ella vivía en su mundo, un mundo exacto para ella pues no había preocupaciones, las pasiones que desarrollaba en el mundo fantasma eran simples pero la hacían feliz. Ella seguía viendo a Alonso, ahora un chico que, a raíz de la muerte de su esposa y la experiencia de volverla a ver, se había vuelto triste y solitario, Alonso; sin embargo, solo la podía ver a través del lente de su única pasión: la cámara. Ella se comunicaba con él por carteles, él sabía que a donde quiera que vaya, siempre y cuando sea adentro de su casa, ella iba con él así que hablaba “solo” todo el tiempo. Una tarde, Alonso se había cansado de ver tv y empezó a fotografiar los lugares donde creía que estaba Lucía, esto se había vuelto un juego para ambos, la encontró en el cuarto de lavandería pero no estaba sola, en la foto salía alguien más y en el cartel lucía explicaba:” Él es Harry, lleva viviendo 30 años en esta casa y recién lo conozco es muy divertido.”  Alonso no entendía, sabía que Lucía se podía aburrir de vivir sola en ese mundo pero ¿un amigo? ¿Que podrían hacer juntos?. Sin embargo, Alonso gritó:

“Mucho gusto Harry, ¿cuál es tu apellido?” – rápidamente tomo una foto
“Harry Ford” – escribió Harry en el cartel
“Voy a dormir” – exclamó Alonso

Lucía sabía que Alonso estaba incómodo pero no sabía lo que él estaba a punto de hacer.
Alonso se levantó y salió de la casa atareadísimo, sabía que Lucía no podría seguirlo y algo en Harry no le daba buena espina. Cogió el carro  y emprendió su marcha al centro de la ciudad. Lejos, lejos de casa.

Lo que averiguo Alonso al llegar a la cabina de internet en el centro de la ciudad lo sorprendió. Harry Ford había sido un psicópata que salió de una prisión pues mato a su esposa, en la misma casa que vivía ahora Alonso y el fantasma de su esposa, alegando que ella le era infiel. Alonso buscó y buscó fotos por todo internet de la esposa de Harry pero solo encontró una, vieja y a blanco y negro de un artículo periodístico. Se encontró con la sorpresa de que la esposa tenía el mismo apellido que Lucía pero ¿era eso posible?, él asumía que era hermana de Lucía pero ella jamás le había nombrado a una gemela, esto se hacía cada vez más raro. Decidido a llegar al fondo de todo esto y regresó a su casa. 

Llegó a casa y se encerro en su cuarto, sin percatarse que nunca más iba a estar solo. Ya hace mucho tiempo no hablaba con nadie, su única compañía era Lucía y ahora no sabía como decirle que su amigo Harry había sido un asesino y, sobretodo, un loco Y, entonces, se dio cuenta, nadie podía volver a matar a Lucía. Ni su nuevo amigo, ni el silencio, ella estaba muerta y nada que el haga por mantenerla a salvo podía cambiar esa realidad. 

Alonso se volvió solitario, ya no hablaba ni con su familia, ya no salía a la calle, tomaba dos antidepresivos en el desayuno, el almuerzo y la cena pero ni eso lo mantenía feliz, ni eso lo hacía sentir vivo, ya nisiquiera tomaba fotos para ver a su amada, el ya no era el mismo desde que comprendió la soledad.

 Dejó ir el recuerdo de ella. Dejó de tomar fotos. Dejó de ser él.